personalidad

La pérdida de lo irrelevante.

Continuamente pierdo algo. Ya sea un papel arrugado que durante semanas había logrado encontrar un espacio en uno de mis bolsillos; quizá también un recuerdo, una idea, un amigo o un sueño.

Por momentos parece que la historia de la vida consiste en intercalar acumulaciones y pérdidas. Se ganan experiencias, se almacenan como memorias y se pierden en el olvido. Se adquieren perspectivas, se transforman en ideales y se destiñen en la melancolía. Se genera, se mantiene y después desaparece, tal y como ocurre con la propia vida.

La pérdida da sentido, en cierta forma, a todo cuanto nos rodea. Somos, en algún grado, consecuencia de lo que hemos perdido. Y al considerar que no es posible perder algo que no se tuviera previamente, el concepto se torna más completo.

Hace unos días descubrí haber perdido algunos textos. Nada que la humanidad vaya a extrañar, pero eran significativos para mí. Los escribí hace varios años, cuando acostumbraba a redactar algunas cosas sobre astronomía. En realidad, pocas personas mostraban interés por ellos (la astronomía no es particularmente popular, y tampoco lo son los textos sobre ella), pero eran piezas cuya autoría de me proporcionaba cierto orgullo.

Se que he sido error y extravío, que no he vivido nunca, que solamente he existido porque he matado el tiempo con conciencia y pensamiento.
-Fernando Pessoa.

En la búsqueda de dichos artículos, noté la falta de algunos otros textos; todos viejos, acumularon olvido durante décadas antes de haberse perdido en algún lugar del vacío cibernético. Hoy no existen más y de alguna forma, su ausencia brinda cierto componente a la definición de lo que soy como persona.

Así ha sucedido con otras pérdidas. Algunas importantes, otras casi irrelevantes. La pérdida se transforma en complejidad expresada en la personalidad. Hoy me entiendo como el resultado de lo que he obtenido. Y también de lo que he perdido.