Extraña nostalgia.

Anoche me enteré de la venta de la empresa donde trabajé durante 14 años. Fue un periodo sumamente para mí durante el cual se forjó buena parte de mi cultura profesional. Tuve gran afecto por la empresa, así como por aquellos con quienes compartía en ella.

Dejé la empresa el 8 de julio de 2016, hace ya casi 6 años. A partir de allí, mi trayectoria profesional fue completamente distinta, provocándome sentimientos encontrados por algún tiempo, preguntándome por momentos cómo pude osar a dejar la compañía, mientras que en otros me cuestionaba cómo pude haberme tardado tanto en hacerlo. Catorce años es tiempo suficiente para engendrar ciertos demonios, criarlos y encaminarlos hacia la pubertad, esperando no se tornen más fuertes que los propios pensamientos.

De vez en cuando pienso en cómo sería mi vida de haber permanecido allí. Estaría próximo a cumplir 20 años en la empresa y sin conocer mayores detalles, creo que hoy, ante la coyuntura mencionada, me sentiría miserable. Posiblemente así se sientan algunos de quienes allí se encuentran.

Me llama la atención la forma en la cual una persona puede encariñarse con una organización. No necesariamente con quienes la conforman, no con lo que hacen; tampoco con los muebles, los espacios o los edificios, sino con el concepto etéreo que la empresa representa. Quizá sea un fenómeno similar a aquel que permite a los individuos abrazar y enarbolar ideas.